Pablo Vargas, triatleta invidente, no se rinde

Pablo Vargas (i) triatleta invidente no se rinde. Estuardo Vera


El deporte llegó como una luz a la vida de Pablo Vargas. Transcurría mayo del 2013 cuando quedó ciego. Entró “en shock”, cuenta. Seis años después está lleno de entusiasmo. Ese hecho le sirvió para buscar nuevas motivaciones. Hoy competirá en una serie del Mundial de Paratriatlón en Montreal, Canadá. Los Juegos Paralímpicos Tokio 2020 son su máximo sueño.
Después de sufrir cuatro asaltos entre 2010 y 2012 y recibir fuertes agresiones, un desenlace fatal llegaba: un desprendimiento de retina le provocó ceguera total. El atraco que más secuelas le dejó ocurrió en el 2010. Tras recibir el vuelto en un taxi, no recuerda nada más. Vargas había sido escopolaminado.

Una ambulancia lo auxilió en Tambillo (cantón Mejía, Pichincha), sitio al que no sabe cómo llegó. Días después se enteró de que fue atropellado por un automóvil. En mayo del 2013 el daño provocado en la vista era irreversible.
Tras superar esa “amargura” y de que su madre haya requerido de ayuda de un psiquiatra para salir del impacto por lo acontecido, Pablo aceptó su “nueva vida”. Tenía 27 años.
“Salí del encierro y aprendí a usar el bastón guía. Fue como si volviera a nacer. Vencer el miedo fue duro, pues en la calle uno se encuentra con muchos peligros”, relata.

Fue ahí cuando Pablo aceptó la sugerencia de un médico de que se inmiscuyera en el deporte. Se inició en la bicicleta paralela y más adelante incursionó en el triatlón (prueba en la que se realizan atletismo, natación y ciclismo).
Su amigo de toda la vida, Javier Gómez, a quien conoció en la infancia –cuando los dos tenían cinco años y vivían en El Corazón (Cotopaxi)– se convirtió en el complemento ideal para comenzar “esta aventura”, dice. Eran finales del 2013.
“Lo más difícil fue aprender a nadar porque no hay sentido de la orientación”, explica Pablo, y Javier complementa: “Es más complicado cuando las competencias son a aguas abiertas. Las olas son peligrosas. Una cuerda y un arnés es lo que nos une en el agua, y cuando él se aleja le jalo para orientarle”, detalla.
A partir del 2014, este par de amigos de 33 años comenzaron a competir en pruebas locales de triatlón y ironman. Este año completaron el Triatlón de San Andrés (Colombia) y el Ironman de Monterrey (México).
Con la experiencia adquirida, Pablo y Javier estarán hoy en una serie del Mundial de Paratriatlón en Montreal. Buscarán sumar puntos para ingresar al ranking y aspirar a competir en la final del Mundial en Suiza. Esta última competencia es la que más puntos otorga para llegar a Tokio 2020.
La inversión “para alcanzar el sueño de los Juegos Paralímpicos” ha sido por gestión de Pablo y Javier, a través de charlas motivacionales.
El deportista es parte de la Federación Ecuatoriana de Deportes para Personas con Discapacidad Visual, pero no recibe ayuda de los entes deportivos. “Nos piden que estemos ranqueados, pero es ilógico buscar un ranking mundial si además del deporte tenemos que trabajar”, explica Pablo, quien es abogado. 

FUENTE: El Universo - Ecuador

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