Los tres refuerzos foráneos de Liga de Quito femenino posan en la sala de su casa después del entrenamiento matutino que realizaron el viernes pasado. Ellas se ingenian la forma de mantener su estado físico y entretenerse en la cuarentena. Foto: Cortesía Liga de Quito
Las futbolistas se convirtieron en las primeras foráneas del club universitario. El club les rentó una casa y entrenan juntas en medio del confinamiento.
Las ilusiones de jugar en el fútbol ecuatoriano están guardadas, pero bien cuidadas. Las venezolanas Hilaris Villasana, Lilihoski García y Andreína La Cruz llegaron para reforzar a Liga de Quito, pero la pandemia del covid-19 paralizó todas las actividades antes de su estreno en la Superliga Femenina 2020. Lejos de su país, las primeras extranjeras que jugarán con las “albas”, se respaldan entre sí.
El club les rentó una casa donde comparten las tres y hacen más llevadero el encierro. Hilaris y Lilihoski fueron las primeras en llegar, a mediados de febrero.
La altura las complicó, pero eso no impidió que se acoplaran al equipo; realizaron entrenamientos a doble jornada para agilizar el proceso. Mientras que Andreína fue la última en llegar, el 9 de marzo, por lo que tuvo pocas prácticas antes de que se ordene la suspensión de las actividades deportivas.
“Me siento cómoda, porque el equipo tiene esa mentalidad ganadora”, dijo. Liga se caracterizó por ser un equipo formador, que siempre usó su cantera. Sin embargo, según su entrenadora Jenny Herrera, debían ir más allá para pelear con más armas por el campeonato nacional.
Recibió luz verde para fichar a futbolistas foráneas y así llegaron sus jugadoras de uno de los países con gran desarrollo en el fútbol femenil. Por ahora no han podido probar al 100% sus aptitudes y están a la espera de estar con el balón nuevamente.
En esa espera, Andreína cumplió 29 años el jueves pasado y sus compañeras compraron un pastel; además, toda la plantilla celebró a través de una videoconferencia. El contacto entre el cuerpo técnico y las 26 jugadoras del primer plantel es de seis días a la semana, por dos horas y media cada día.
En esas reuniones se abordan temas tácticos, mentales y de alimentación. Además, cada una debe cumplir con el entrenamiento físico, dependiendo del espacio del que dispongan en sus hogares y los implementos que posean. En casa de las tres improvisan con bidones de agua como si se tratara de pesas y García, que es portera, se las ingenia para ejecutar los ejercicios enviados por el preparador de arqueras.
“Hoy siento esa retroalimentación. Como líder se cree que siempre debo estar de pie, pero si ellas me ven débil, me levantan. Ha sido una experiencia linda para ver el lado humano del equipo, que es como nuestra segunda familia”, matizó la entrenadora. Solo el domingo es día de descanso y desde este lunes 27 de abril retoman con fuerza las prácticas en casa, con la ilusión de volver a las canchas.
FUENTE: Diario EL TELÉGRAFO - ECUADOR
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